Vicente Brox
Clínica y Análisis Grupal - 1999 - Nº 80Vol. 21 (1) Pags. 045-054
DOSSIER: Violencia, transgresión y ley
Resumen:
Este trabajo recoge el inicio y la puesta en marcha de un programa de apoyo psicosocial al mantenimiento con metadona en un centro penitenciario. El análisis de la contratransferencia permite ubicarnos y entender las relaciones que se generan en dicho ámbito. Relaciones presididas por la urgencia y la estereotipia. Este hecho hace necesario la creación de un espacio de contención y elaboración.
In the labyrinth of the exclusion
This paper shows the begining of a psychosocial support program about the maintenance with metadona in a penitentiary center. The analysis of countertransference allows the understanding of relationships that are generated inside area. These relationships are presided by the urgency and iterations, what makes necessary the creation of a space of containment and elaboration.
Dans le laberynte de l’exclusion
Cet article nous montre le départ d´un programme d´appui psychosocial pour le traitement avec la métadone dans un milieu pénitentiaire. L´analyse du contretransfert permet de comprendre les rélations que cette ambiance génere. Les rélations sont d´urgence et répetitives, ce qui fait necessaire la création d´un space de contention et d´élaboration.
Curar no es deshacer el camino sino, cuando ello es posible, la continuación de un proceso. (N. Caparrós) |
En el laberinto de la exclusión
Vicente Brox
Este epígrafe
pretende contener y comprender ideas que tienen que ver con mi experiencia como
psicoterapeuta, en el desarrollo de un programa de tratamiento con metadona, en un centro
penitenciario, durante poco más de un año. Según el diccionario de la Real
Academia Española los objetos contenidos
llenan un vacío; los comprendidos llenan una extensión. Para llenar un vacío
parece necesario poner algo; presencia
frente ausencia (si hablamos del trabajo con pacientes destaco el concepto de
“Management” en Winnicott, o Balint, cuando sugiere la creación de un ambiente
clínico no intrusivo para establecer un clima de confianza con el paciente).
Llenar una extensión es andar una historia, da la posibilidad de descubrir
elementos, esculpirlos, matizarlos, diferenciarlos, ordenarlos, etc., explica
una ausencia (función paterna). Ambas cosas se me antojan difíciles en un medio
complejo como es la cárcel.
En mi primer viaje de
iniciación, ahora cura confidencial, la duda que me surgió era si en ese medio
era posible el crecimiento. Vivir aunque fuera en ausencia era evidente.
Rescato de ese momento dos sensaciones, una fruto de la clausura que me imponía
el cierre hermético de las puertas, que fue la necesidad imperiosa de escapar;
la otra, la desorientación espacial que me origino tanta galería simétrica. La
ansiedad del primer momento, impone una urgencia que no permite procesar y
pensar. La desorientación hace que uno tienda a buscar lo conocido. Los
siguientes días, con mirada entrometida y, en contacto con trabajadores y
presos, todo era dilemático, esto o aquello, aquí o allí, con nosotros o con
ellos, amigo o enemigo, con el sistema o contra él, metadona si o metadona no,
Dios o el Diablo... (exclusivo y excluyente); patata caliente que bota de mano
en mano, donde la tentación es tomar partido y jugar a lo mismo. Empezaba a
sentirme diablillo, también puente. Me asaltó una reflexión de Aranguren, que
dice: “habrá que contentarse con extraer el goce de la vida y de las cosas
pequeñas”; y junto a esto, un desencanto a lo Sartre, “no hay solución”. (Uno
empieza grande para terminar pequeño - la realidad se impone).
Bleger,
hablando de la observación fenomenológica, señala que es: aquella que se realiza desde el interior de los fenómenos mismos, tal
como son percibidos, experimentados, vivenciados u organizados por los integrantes
del fenómeno o de un suceso dado.
Ese primer
augurio de un campo sin siembra y el resto de vivencias personales, eran
elementos a entender y resolver. Y pueden relacionarse con otras escenas que se
dan en prisión, por ejemplo: el alto
índice de presos reincidentes hace que los trabajadores del centro sean
pesimistas en relación a la eficacia de las medidas de tratamiento, y los
propios presos con un gran cúmulo de experiencias de fracaso dudan de alcanzar
otro “modus vivendi”; estos a su vez, tienden a anular la ansiedad o evacuarla,
ante esta el frecuente “acting”, y ante este la virtual respuesta sancionadora,
es decir, en ambos el proceder súbito no deja sitio a otros referentes explicativos (se impone la
urgencia a la reflexión; lo conocido que da seguridad, a expensas de empobrecer
o afianzar la enfermedad, al cambio...).
Hablando ya
sobre las toxicomanías, Sylvie Le Poulichet ha subrayado las discusiones
apasionadas que este problema genera
socialmente y dice:
La toxicomanía, como entidad, ha
servido siempre de soporte a la transmisión de otros mensajes (ideológicos,
morales, políticos...), retomados por los diferentes medios de comunicación
social. Por ejemplo, la polémica sobre la peligrosidad del hachís, validas de
la ausencia de certidumbre científica, sirven de soporte al enfrentamiento
entre ideologías autoritarias o permisivas en cuanto a la educación y la moral.
Los
tratamientos con metadona no han quedado exentos de esta polémica. Así, hay quien los idealiza
y defiende planteando que la mera estrategia de sustitución reporta beneficios
sanitarios y sociales importantes siempre; otros lo desprestigian por pensar
que es mantener legalmente una adición.
Estos programas
deben ser una modalidad terapéutica más, justificada fundamentalmente ante el
gran deterioro en las condiciones de vida de los sujetos drogodependientes (la
expansión del SIDA y otras enfermedades infectocontagiosas; el aumento de la
graves desestructuraciones físicas y sociales, etc.); por otra parte, pueden
posibilitar una intervención amplia que va desde la planificación de
actuaciones dirigidas a la reducción de riesgos y daños asociados al consumo,
hasta la posibilidad de establecer objetivos de apoyo a la reinserción siendo
un paso más en la resolución de la conflictiva personal a tratar. Para esto se
hace necesario no estancarse en la mera dispensación, y poder enriquecerse con
las aportaciones que efectúen psicólogos, trabajadores sociales, educadores,
monitores ocupacionales, etc.
La aplicación
del programa de metadona, donde se circunscribe mi intervención, fue una
elaboración conjunta del equipo de tratamiento. Este estaba compuesto de
médico, enfermera (ambas trabajadoras del centro penitenciario), trabajadora
social y psicólogo (trabajadores del GID (1), extrapenitenciarios).
Esta es una alternativa más que ofrece la prisión, a los internos con problemas
de adicción a la heroína, siempre que lo soliciten convenientemente. Partíamos
de un enfoque biopsicosocial como modelo explicativo de las drogodependencias,
intentando que el proceso de tratamiento sea algo particular y distinto,
adecuado a las necesidades terapéuticas de cada caso concreto. La mayor parte
de la población atendida son internos en situación preventiva (2), con un largo
historial delictivo y de consumo (politoxicómanos). El comienzo de su adicción
con gran frecuencia se sitúa antes de los 16 años, con prevalencia del VIH y
otras patologías orgánicas asociadas. Con bajo nivel de estudios y pobre
cualificación laboral. No se suele recurrir a la metadona, normalmente, como un
intento real para solucionar su adicción, más bien, desde intereses diferentes:
reducir el estrés o desesperación al no poder garantizarse un consumo diario, o
justificar ante el juez su problema de drogodependencia y manifestar un deseo
de resolver que le otorgue beneficios penales y penitenciarios, etc.
El modelo del
programa incluye diferentes objetivos y vías de intervención, que van desde la
mera reducción de riesgo y daños asociados al consumo hasta el intento de
solución de la conflictiva que se presenta. En él, se pueden distinguir los
siguientes momentos:
1. Entrevista inicial (se realiza una historia
social y toxicológica, como la evaluación de la motivación previa).
2. Examen médico (historia médica y prescripción
de dosis inicial).
3. Seguimiento médico (análisis periódicos,
regulación de dosis, etc.), y analíticas de consumo. Apoyo psicosocial a los
internos incluidos en el programa (se inicia dándoles información sobre la
metadona y el programa de tratamiento y continúa de manera voluntaria, en
acuerdo con el equipo, con atención psicológica y de trabajo social, tanto a
nivel individual como grupal. El nivel grupal se inicia con educación para la
salud y reducción de riesgos, con la posibilidad de pasar a establecer grupos
de terapia - a cargo del psicólogo -, que se acompañan de talleres sobre el
sida, sexo seguro, etc., - a cargo de la trabajadora social -).
Hemos
pretendido la creación de un espacio educativo con la finalidad de informar y
orientar (nivel de inicio), intentando dotar al sujeto de recursos y
habilidades adecuadas (habilidades sociales, clarificación de conflictos y
estrategias de resolución, clarificación de valores, etc.). La intención es facilitar
el acercamiento con el interno, hecho que se acompaña de trabajo sobre la
motivación al tratamiento, se detectan necesidades y situaciones de vulnerabilidad,
etc., de donde surja una nueva oportunidad terapéutica. Estos espacios se hacen
realmente fértiles si se acompañan de un ámbito de contención y análisis o un
lugar de expresión y elaboración, que sostenga y apoye su propio desarrollo
personal. Esto se lleva a efecto si se realiza un acuerdo mutuo que procure la
implicación activa del sujeto, sustentado en el vínculo que se instaura,
vinculo que abre el camino a la identificación.
E.V. Ocampo,
señala que: las palabras del toxicómano
van a engañar al otro, y a él mismo, no es por lo que oculta de su
significación, sino por el contrario, porque dan a entender lo que no existe.
Invitan a ver donde no hay nada que ver. Su función es evocar la existencia de
un mundo de goce sin palabras fuera de los límites del yo y del cuerpo: el
territorio imaginario de la alucinación.
El preso con
problemas de drogas tiende a la anestesia, a la ceguera, aislando su realidad social,
institucional, familiar y personal. Sus conflictos internos son desplazados
generalmente a un campo de batalla externo, muchas veces su interlocutor en
este conflicto es algo indiferenciado (el sistema), hacia él va dirigida la
queja, la protesta, el espectáculo. Deja en manos de los demás su propio
devenir, negando su propia responsabilidad. Exageraciones, tergiversaciones,
contradicciones..., manera de ser que recoge la huella de un pasado fragmentado
y doloroso difícil de reconocer.
“No creo en la
sociedad, me ha obligado a vivir aquí... se me mira mal, se me rechaza... mi
sistema corporal funciona con el opio... con la metadona se me quiere callar, y
no... no se me ha dado nada para reinsertarme, he robado por no tener para
comer, ahora estoy en huelga de hambre para que se respeten mis derechos, estoy
enfermo, muriéndome, y deberían dejarme en libertad. Quieren que muera aquí, y
yo saldré a mi manera... soy buena persona, pacífico, cariñoso, me gustaría
estar con mis padres, son buena gente, no vienen a verme porque yo no quiero,
solo les pido dinero.” Quien nos habla, es un hombre de treinta y cinco años,
acusado de diversos robos con intimidación. Sesiones más tarde, cuando va
depositando confianza en la relación, hablará también, de una madre fría, dura,
abandónica y mostrará a un padre alcohólico muy frágil, ambos poco interesados
en venir a verle. “El problema soy yo, a veces me considero un cero, pensaba
que podía salir a más corto plazo y por eso deje de tomar la medicación y de
comer. Ahora no quiero salir muerto. Quiero ver a mis padres pero no
sufriendo.”
En la primera
entrevista el recelo y la ansiedad pronto se podían transformar en rechazo y
agresión, se adelantaban al pago de lo que sentían que podían recibir. Llegados
a la calma se comprobaba la solidez del vínculo con interminables demandas,
peticiones y rupturas bruscas de amistad, era un contacto la más de las veces
superficial con la necesidad de descubrir mis intenciones. Es un momento de
tanteo que suele dar lugar a otros encuentros donde ir aclarando la
conveniencia o no de un trabajo común.
“¿Qué quieres
de mí?, no entraré por el aro, no soy chivato... no tengo interés... qué
actividades y beneficios dais con esto... me das tabaco... no tengo sitio donde
ir cuando salga, me ayudaréis a encontrar algo... quizás me venga bien
hablar...” En este primer momento lo más importante es trabajar las
dificultades que bloquean la relación. Se intenta aprovechar la estabilización
que a todos los niveles puede proporcionar la metadona para analizar su situación
personal, social, cultural, penal y penitenciaria, para poder establecer
objetivos de intervención desde la corresponsabilidad, en conformidad con él,
con sus necesidades y prioridades detectadas. Aún es pronto para un encuentro
doloroso con su realidad (interna y externa). En muchas ocasiones, para abrir
puertas, es necesario insuflar esperanza (que lo inanimado se anime), encontrar
un motivo para vivir, para poder ver fuera del letargo cosas que invitan a la
ilusión, cuidando las sensaciones de minusvalía, envidia..., que pueden
levantarse.
Compartir es un
buen elemento de metabolización, corrección y transformación. J. Bergeret alude
a reconfortar el narcisismo y restablecer el diálogo, estos serán aquí los
objetivos asignados a la cura. “He vuelto a prisión tan rápido porque salí
pensando que iba a morir, y quería vivir la vida antes de morirme, me volví
loco... no quiero pensar ciertas cosas que me esperan, si las pienso me
mato...”
Si esto no es
posible, es decir, si desestiman nuestro apoyo (los más disolutos e indolentes
se acomodan con prontitud a la corruptela que impone el patio, el recurso de la
metadona intentaran que pase a formar parte de eso, de ahí, su consumo junto a
“benzos” (3) buscando “ponerse
pedo”...), la intervención se reduce a lo que se entiende como reducción de
riesgos. Aunque se regulan unas entrevistas de seguimiento, como otro intento
para motivar, de provocación (fuerza destinada a conseguir un movimiento
positivo), también es un termómetro que nos permite orientarnos para futuros
encuentros (no es ignorado, al menos eso se pretende).
En los inicios,
en las sesiones, se imponen momentos de crisis, momentos presididos por la
urgencia, donde se intenta tranquilizar el momento. Dar tiempo permite traer a
escena otras cosas, otras preocupaciones que pueden llevarnos a comprender lo
latente de ese manifiesto, y así poder dar una respuesta adecuada. Se
introducen criterios de realidad, siendo necesario hablar claro, soportar y dar
seguridad. Disminuir la tensión dando sentido. Establecer pequeñas metas para
poder focalizar el esfuerzo, acompañando.
Las
intervenciones más frecuentes van dirigidas a consolidar el vínculo (difícil de
mantener, pues con frecuencia se originan rupturas que provocan sentimientos de
rechazo, de abandono, de fracaso, etc.), a revitalizar su proyecto de vida, a
contener (elaborar y transformar si se puede)
agresiones propias y ajenas a su autoestima, autoconcepto y la autonomía
personal; se trata de dar apoyo para enfrentar situaciones de conflicto
(rompiendo los estereotipos, mostrando otras sendas posibles, favoreciendo la
movilidad de roles). Momentos de indagación que permite devolver el registro de
sus sentimientos, poder volver explícito lo implícito, conocer más su realidad
y la del contexto permitiendo que dirija activamente su mundo (superación del
fatalismo). Se intenta enmendar conflictos importantes que debilitan y fragmentan,
que conducen a fallos parciales en el sentir, pensar o actuar del individuo.
Si es un
espacio útil será porque en él se pueda expresar con confianza, se sienta
ayudado en su propio superarse, y lo más patológico se contenga.
La coherencia,
el manifestarse claro (límites que dan seguridad), el poder aceptar sus
sentimientos subjetivos, poder aliviar su ser (impotencia, deseos de venganza,
abandono...), el neutralizar sus impulsos hostiles, etc., rompe frecuentemente
el freno existente en su desarrollo afectivo, cognitivo y relacional.
Piaget plantea
que la maduración consiste en abrir nuevas posibilidades, y destaca el papel de
motor que para la inteligencia tiene la necesidad de crecer, de afirmarse, de
amar y ser valorado.
Veamos un caso
clínico para mostrar parte de lo expuesto. Víctor es un preso que ha iniciado
el programa de metadona dos meses antes en la calle. Pide subida de metadona a
la médico, al llevar un tiempo sin dormir bien. Esta le plantea que lo adecuado
es que hable de esto con el psicólogo, postergando la subida a ese encuentro.
Viene indicando que ya ha hecho tratamiento en el CAD y “no quiero que me digan
lo que tengo que hacer. Ya sé todo, me han enseñado habilidades sociales... y
estoy tranquilo sin meterme en recuerdos... solo recogéis información sin dar
soluciones... no tengo problemas, yo soy tranquilo y pacífico, me llevo bien
con mi familia, vienen cuando pueden a verme... no duermo, me despierto mucho
con pesadillas...”, de estas no nos dice más. Se le propone al final tener otra
entrevista que acepta, “ aquí en la cárcel sólo se habla de droga y eso me
altera. No se da la amistad, solo hay compañeros que te quieren por lo que
tienes... hablar me puede venir bien”.
Víctor, tiene
29 años, es el segundo de tres hermanos. Nació con problemas de corazón, por lo
que considera que ha estado muy atendido por sus padres, “mis hermanos me
envidiaban porque me hacían más regalos”. Ante su problema con la heroína “mis
padres no me abandonaron”. Desde que está en prisión siente que estos creen que
se está hundiendo y que ha vuelto a consumir. Es la tercera condena que puede
pagar, las dos primeras fueron por robos con intimidación, ahora tiene que
responder de un delito de asesinato. Sus pesadillas se producen desde que
ocurrió este hecho. Alguien va tras él para matarlo, lo atrapa y lo apuñala,
pero antes de morir consigue escapar, esto se vuelve a repetir incesantemente,
sin otro final. Establecer una buena relación con la familia y resolver las
pesadillas son los primeros objetivos que nos marcamos. Así, van apareciendo
más retazos de su historia y, pensamientos y sentimientos antes guardados: “mi
padre es alcohólico, cuando bebe es muy agresivo... mi madre es dominante, no
se entera de lo que yo siento... yo soy, a veces, intransigente y violento,
esto hace que no se metan conmigo... siempre he estado en el peor sitio, no sé
la razón. De chico me relacionaba con gente mayor, quería ir por delante de los
demás, probando lo que otros no... creo que esos amigos me iban empujando. Esto
me ha hecho ser la oveja negra en casa, siempre con problemas... muchas veces
me he sentido rechazado... creo que buscaba fuera lo que no tenía en casa, cariño
y reconocimiento... pienso que voy atrasado en la vida, me voy haciendo mayor y
no tengo nada, y los demás avanzan”. Entre todo esto, aparecían continuos
conflictos puntuales con presos, educadores, etc., “por un problema que tuve
con un preso, me tienen vigilado, me están observando continuamente, aquí no se
termina nunca un incidente... y el educador no me va a dar ningún curso por
eso, no se los pido por si me dice que no y la lío, esto me esta creando odio y
venganza...”. En estos momentos intentamos aclarar lo que se estaba jugando en
esos sucesos: analizando o delimitando la realidad, tranquilizado de momento
por poder desbloquearse y enfrentar dichas situaciones, y así tener la posibilidad de conseguir lo razonable
de su pedido. En este caso, tras algunos intentos infructuosos, donde pudo
darse cuenta de como se había mostrado o relacionado (brusco ante el “no” temido,
distante, etc.), decidió hablar con el jefe de servicio y consiguió acceder a
un taller productivo.
En otros
terrenos también se apreciaron cambios: “antes con mi familia me sentía
culpable por no hacer lo que ellos me decían, estaba descentrado y liado, ahora
tengo ideas mías y eso me deja bien... tengo más paciencia con la gente, antes
estaba a la defensiva, no contaba nada de mí, si hablaba con alguien pensaba
que me iba a atacar por algún sitio”.
A este preso se
le asignó, como lugar de cumplimiento otro centro penitenciario, hecho que
marco el final de nuestro encuentro.
Para terminar,
recogemos unas palabras de M.M.R. Khan, donde se muestran ciertas ideas sobre
la perversión, útiles para los que
trabajamos en lugares donde predomina esta patología: En la relación del perverso consigo mismo y con su objeto es importante
distinguir tres componentes: La idolización (ídolo), la idealización (en el
concepto que conocemos) y la identificación narcisista. En la idolización, el
perverso trata al objeto como un fetiche sagrado; en la idealización, otorga un
valor demasiado intenso solo a un aspecto del objeto. En la identificación
narcisista, utiliza el objeto como un espejo del self, en un tiempo defensivo
de ocultar sentimientos de inferioridad y desmerecimiento. En la transferencia
de estos pacientes se pueden observar dichos procesos con suma claridad. Cuando
el paciente necesita ser idolizado,
cualquier gesto del analista que revele su estado de separación se vivencia
como algo traumático y aniquilador. La dependencia respecto del analista, en
busca de una aceptación total, alcanza aquí un grado extremo. El analista debe
llevar a cabo la preparación, a fin de que empiece a operar la personalización diferencial. Cuando el
paciente presenta el self idealizado se produce con frecuencia una sutil
denigración del analista. En el caso de la identificación narcisista lo que el
paciente demanda es más bien desarrollar una relación más íntima con el
analista que trabajar con él.
Este programa
de intervención ha estado y está en progresiva transformación, intentando
adaptarse, a un medio peculiar y limitado como es la cárcel, y corregir en lo
posible otros elementos que lo dificultan, como son: las interrupciones
frecuentes debidas a cambios de los presos a otras prisiones, por la condición
de preventivos de la mayor parte de ellos. Atender adecuadamente al gran número
de sujetos que demandan este tipo de programas que descansan en la
administración de un opioide; por este mismo hecho son personas que tienden, en
principio, más a paliar una situación que a intentar resolverla.
Palabras clave: Metadona. Apoyo psicosocial.
Exclusión. Contención. Elaboración.
Key words: Metadona. Psychosocial
support. Exclusion. Containment. Elaboration.
Mots clés: Métadone. Appui
psychosocial. Exclusion. Contention. Élaboration.
(1) Grupo
Interdisciplinar sobre Drogas que estableció el inicial programa de intervención
psicosocial planteado.
(2) Preso sin
sentencia firme, bien porque aún no se ha celebrado el juicio, o bien porque
habiendo resolución de sentencia ésta no es firme al poder ser recurrida. Como
consecuencia, no tiene centro definido de cumplimiento.
(3) Benzodiazepinas
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