Clínica y Análisis Grupal - 1980 - Nº
22, Pags. 311-324
Resumen
1.- La Comunicación patológica
Las
cosas enajenadas que hacen y dicen los esquizofrénicos, seguirán teniendo un
sentido oculto para nosotros si no tratamos de comprender su marco existencial.
Vamos a analizar cómo se relacionan a través del pensamiento y sus formas de
manifestarlo, cómo viven su relación con el mundo que les rodea y con ellos
mismos, su forma de vincularse. Al hablar del vínculo que establecen,
consideramos al sujeto en situación, incluido el complejo juego de
interacciones que tiene lugar y enmarcado en un contexto determinado, con su
peculiar atmósfera emocional. Rolla describe el vínculo esquizofrénico
caracterizado por la eliminación de la capacidad de amor y de agresión,
tendente hacia la megalomanía y el autismo.
La experiencia del
esquizofrénico está dividida en dos aspectos principales: hay una brecha en su relación con el mundo y, por otra parte, una
fractura en su relación consigo mismo. “No es capaz de experimentarse a sí
mismo junto con otros, sino que se experimenta en soledad y completamente
aislado; además no se vive como una persona completa, sino como si estuviese
dividido de varias maneras, quizá como una mente ligada más o menos tenuemente
a un cuerpo, como dos o más yos, etc.” [1].
Partimos
del hecho de que toda conducta humana es comunicación, así como de que toda
comunicación (verbal o no) afecta a la conducta. “El individuo no comunica, se
convierte en parte de la comunicación” (Birdwhistell). Podríamos considerar al
cuerpo físico como transmisor de un lenguaje más inconsciente, poco vulnerable
a la deformación y manipulación conscientes.
La
comunicación nos afecta continuamente, incluso nuestra autoconciencia depende
de ella. Hora, en Tao, Zen y psicoterapia
existencial, nos dice: “Para comprenderse a sí mismo, el hombre necesita
que otro lo comprenda. Para que otro lo comprenda, .necesita comprender al
otro”. Cada uno de nosotros contribuye a la realización o destrucción del otro.
En el individuo se establece un conflicto cuando siente temor a satisfacer su
necesidad de comunicar, al prever las consecuencias que, en determinadas
circunstancias, su acción podría provocar. Este conflicto da lugar a la
ambigüedad, esto es, el emisor cree expresar lo que quiere decir, pero al receptor
le llega el mensaje distorsionado.
Desde
el punto de vista comunicacional, un fragmento de conducta sólo puede
estudiarse en el contexto en que se desarrolla, y los términos “normal” y
“anormal”, son muy cuestionables. Así, el estado de un paciente no es estático,
sino que varía en función de la situación interpersonal y la perspectiva
subjetiva del observador.
Se
puede proceder al análisis de la esquizofrenia desde dos perspectivas
distintas:
a) La teoría de los síntomas primarios.
b) El análisis de la estructura de los
mensajes.
Para trabajar con el segundo enfoque, habría que considerar tres
aspectos básicos, interdependientes, de la teoría de la comunicación:
- Sintaxis (lógica matemática). Propiedades
del lenguaje: codificación, canales...
- Semántica (filosofía). El significado. Toda
información compartida presupone una convención semántica.
- Pragmática (psicología). Cómo afecta el
mensaje a la conducta. Todo lenguaje es un acto de conducta. Puede considerarse
la conducta patológica como:
a)
“Señal” de una “enfermedad”.
b) Expresiva de su existencia, estudiándola en
el contexto interpersonal en el que se produce (familia, institución), donde
tal conducta no es simplemente el resultado ni la causa de estas condiciones
ambientales, sino una parte completamente integrada de un sistema patológico en
curso. No se considerarían los síntomas como una expresión de conflictos
intrapsíquicos, sino como una de las múltiples formas de entrada al sistema
familiar. Se puede considerar al síntoma como un mensaje no verbal [2].
Desde
otra perspectiva, se entienden los síntomas psiquiátricos como la conducta
adecuada a una situación interaccional dada [3]. Es un marco de referencia opuesto a la visión psiquiátrica
clásica. Es muy distinto entender la esquizofrenia como única reacción posible
frente a un contexto comunicacional absurdo e insostenible, que si la vemos
como una enfermedad incurable y progresiva de una mente individual.
El esquizofrénico, inmerso en el contexto de comunicación al que
nos referíamos, parece que evitara todo compromiso al no comunicarse; pero
puesto que incluso el silencio, la inmovilidad o cualquier otra forma de negación
constituye en sí misma una comunicación, se enfrenta a la tarea imposible de
negar que se está comunicando y, al mismo tiempo, de negar que su negación es
una comunicación. Este es un dilema básico de la esquizofrenia.
Otra posibilidad es que el paciente dé la impresión de querer
comunicarse, aunque sin aceptar ningún compromiso, esto es, de forma que pueda
negar los distintos aspectos de su mensaje. El lenguaje del esquizofrénico puede
tener muchos significados distintos incluso incompatibles.
Instrumentos de comunicación:
En lo
conductual podemos distinguir:
a) El nivel de contenido. Es el aspecto
cognitivo o el “para qué”, con determinada significación social; una
elaboración abstracta de las propiedades de los objetos.
b) El aspecto relacional. La carga emocional,
vivencias en relación con sus necesidades.
Si trasladamos esta división al campo del
lenguaje, se observaría:
a) Lo digital, referencial o denotativo. La información.
b) Lo analógico, no verbal, conativo. Es una
metacomunicación y clasifica al anterior. Da una valoración al contexto que
elimina en alguna medida la ambigüedad del mensaje. Se asemeja al “ello”
freudiano en cuanto que no se rige por las leyes de la lógica consciente.
Normalmente se presenta una escisión entre ambos sistemas. En la
terapia es fundamental que coincidan, que se dé comunicación sobre comunicación,
en definitiva, que no se dé la comunicación paradójica evitando una ruptura de
códigos.
Bateson [4], los ejemplifica por medio de una analogía fisiológica: “Supongamos
que A, B y C, constituyen una cadena lineal de neuronas. Entonces, el disparo
de la neurona B, es al mismo tiempo información de que A ha disparado y una
instrucción para que C lo haga”.
En el vínculo esquizofrénico, lo denotativo (el objeto o concepto
en sí), queda siempre por debajo de lo connotativo (significados subjetivos).
(Nicolás Caparrós).
El manejo adecuado de la metacomunicación, es indispensable no
sólo para lograr una eficaz relación, sino también para tener una clara
percepción del propio yo (self) y del otro.
Valoración de las relaciones
Podría
considerarse la relación como un mensaje concretizado: “cómo valoro tu concepto
de ti”. Esto es lo que Pichon-Riviére denomina “telé”. Cuando un individuo se
define a sí mismo, se le puede responder:
1)
Confirmándole, lo que contribuye al desarrollo y estabilidad de la mente. “...
una sociedad puede considerarse humana en la medida en que sus miembros se
confirman entre sí...” (Martín Buber). El que un hombre confirmé totalmente a
otro, es una posibilidad ideal que rara vez se realiza. Podemos juzgar que los
actos y las secuencias de interacción son, más o menos y de diferentes maneras,
confirmatorios o desconfirmatorios. También es posible confirmar una acción, en
un nivel y desconfirmarla en otro (pseudoconfirmación), son fingimientos de
confirmación.
2)
Rechazándole, lo que supone por lo menos un reconocimiento. Podría verse como
una forma de confirmación.
3)
Desconfirmándole, negándole su realidad, lo que conduce a la pérdida de la
mismidad. El ser humano necesita ser entendido y tener una identidad. No podría
mantener su estabilidad emocional durante períodos prolongados, comunicándose
sólo consigo mismo. La pauta familiar característica que han revelado los
estudios de las familias de esquizofrénicos, no se refiere tanto al hijo que ha
sido descuidado por completo o que ha sufrido un trauma innegable, sino al que
ha estado sometido a una sutil pero persistente desconfirmación, inadvertida de
ordinario.
Con
el transcurso del tiempo, la falta de genuina confirmación, toma la forma de
una corroboración activa de un falso yo, de suerte que aquél cuyo yo falso es
confirmado y su yo real desconfirmado, se ve colocado en una posición falsa;
entonces siente culpa, vergüenza o angustia por no ser falso. El potencial
esquizógeno de la situación reside, en buena parte, en el hecho de que nadie
repara en ella [5].
Se
puede ver la esquizofrenia como una perturbación que impide identificar e
interpretar señales que deberían decir al sujeto qué clase de mensaje recibe.
En consecuencia, es posible observar cómo ante problemas que requieren la
acción (ej.: trasladarse de un lugar a otro), utiliza el pensamiento
(omnipotente, como forma de transporte), y viceversa, cómo puede recurrir al
cuerpo para hacerse comprender en vez de utilizar el habla.
Bateson [6], describe su peculiar lenguaje como una ensalada de palabras que
reflejan una situación traumática, un embrollo metacomunicativo. Lo que el
esquizofrénico dice, cobra sentido como descripción de su experiencia. “El
lenguaje es empleado por el esquizofrénico de tres maneras: como un modo de
actuar, como método de comunicación y como modo de pensamiento” [7].
En la
esquizofrenia, lo que está atacado es el uso de las señales identificado-ras de
mensajes y el yo no se atreve a discriminar entre los hechos y las fantasías.
Los
síndromes (agrupación significativa de síntomas), relacionados con la
incapacidad de clasificar mensajes, van desde:
- El hebefrénico: ningún mensaje tiene un tipo definido. Son
anécdotas disparatadas con desenlaces imprevisibles, incoherentes.
- Al paranoide: se trata de sobreidentificar. Hay una
identificación rígida de cada mensaje y se originan delirios. Es el más
socializado.
- En la esquizofrenia simple, observaríamos una distancia afectiva
que llevaría a la indiferencia, falta de iniciativa y laxitud. Existe un
bloqueo del pensamiento, no hay delirios.
Haley,
integrante del equipo de Palo Alto, define la incapacidad de discriminar los
tipos lógicos como síntoma de la esquizofrenia. Elaboran la teoría de las
comunicaciones (atendiendo más .a cómo se configuran las relaciones en el aquí
y ahora que a su significado simbólico), basándose en la teoría de los tipos
lógicos de Russell, que, simplificada, dice: “Una clase es algo distinto de los
elementos que la componen, representando a la vez un factor de abstracción
superior a dichos elementos”.
La
función del yo sería discriminar modos comunicacionales, sea dentro de la
persona o entre la persona y otros. Pero el esquizofrénico manifiesta debilidad
en dicha función, más concretamente, Bateson nos habla de tres áreas:
• Dificultad para asignar el modo
comunicacional correcto a los mensajes que recibe de otras personas.
• Dificultad para asignar el modo comunicacional correcto a los
mensajes que él mismo emite de manera no verbal.
• Dificultad en asignar el modo comunicacional
correcto a sus propios pensamientos, sensaciones y preceptos.
Una posible distinción en relación con la profundidad del trastorno es [8]:
Una posible distinción en relación con la profundidad del trastorno es [8]:
a) Esquizofrenias que alteran fundamentalmente el self por
fragmentación de éste. Son las más desestructuradass.
b) Esquizofrenias que alteran la relación con el medio, que tienen
un self mínimamente estructurado. Son las esquizofrenias propiamente dichas.
Aunque toda esquizofrenia tiene cierta fractura del self, esta división es útil
a nivel teórico, sobre todo cara al pronóstico. A mayor producción delirante,
mejor pronóstico, teniendo también en cuenta el contenido del delirio:
• Persecutorio, supone un menor despegue de la realidad.
•
Megalomaníaco, más autista.
Ya Freud nos hablaba de la utilidad del delirio para controlar el desgobierno del yo; en la esquizofrenia, es visto como un síntoma de salud. El delirio nace y es comprensible a partir de un deficiente control del mundo real y de una falta de claridad sobre la propia identidad. Lo que se ha perdido es sobre todo una estructura de las relaciones entre uno mismo y los demás [9].
Bleuler
lo considera un síntoma secundario: “Partimos de un proceso primario de
disociación de ideas que provoca una serie de síntomas secundarios (delirios,
alucinaciones...) como reacción de la personalidad a los fenómenos morbosos
interiores y a los acontecimientos exteriores”. Si el pensamiento (la tensión
vital), se afloja en relación con el medio, se produce la esquizofrenia.
El
delirio como interpretación del mundo nace en el momento en que el individuo
busca unos mensajes, unos símbolos, una clave que le explique quién es él y qué
es en el mundo; qué está sucediendo realmente, cómo puede entrar en este mundo
que le domina pero del cual está excluido y sobre el que no, tiene ningún
poder. Intenta reconstruir, reestructurar la realidad partiendo de algo que intuye.
Para
Jervis, el sujeto delirante también puede determinarse y confirmar su propia
identidad a través de la propia visión del mundo y defendiendo las cosas en que
cree. El delirio es utilizado por el psicótico muchas veces para ocultar sus
auténticos pensamientos, su confusión y su angustia. En general puede decirse
que es una defensa que impide la disgregación psicótica, permite vivir,
atribuir un orden a las cosas. Desde aquí, hay que rechazar una “terapia de
delirio”, lo que habría que conseguir es poner al individuo en una situación en
que ya no necesite delirar.
2.- El doble vínculo
Esta teoría, planteada hacia 1953 por Bateson, Weakiand, Haley y
más tarde Jackson, ha sido poco modificada. Establecer una relación de “doble
vínculo” con una persona, significa hacerla dependiente mediante instrucciones
o imposiciones paradójicas y contradictorias, de modo que el sujeto no pueda
obedecer, desobedecer, ni librarse de la misma relación.
Bateson [10] enumera seis factores necesarios para que tenga lugar una situación
de doble vínculo:
1.
Que existan dos elementos o un conjunto de personas.
2. Un
mandato primario negativo. Se ordena lo que no se hace, pero no se dice lo que
sí se puede hacer. Son mensajes bruscos y suelen ser verbales.
3. Un
mandato secundario que está en conflicto con el primario en un nivel más
abstracto, y que al igual que el anterior, está reforzado por castigos o
señales que anuncian un peligro para la supervivencia. Es un mensaje
extra-verbal en un orden de abstracción superior al del primero, pertenecen a
distintas clases. La oposición de mensajes provoca la disociación esquizofrénica.
4. Un
mandato negativo terciario que prohíbe a la víctima escapar del campo. Puede
ser un contexto que le impida tener otro referente (otro tipo de mensajes que
no sean los disociantes).
5.
Todo lo anterior debe ser una expectativa habitual, repetirse las suficientes
veces como para que suponga un aprendizaje de este tipo de vínculo.
6.
Los apartados 1, 2, 3 y 4, se dan simultáneamente.
Si la víctima aprendió a percibir su universo bajo patrones de doble vínculo, dejan ya de ser necesarios los anteriores requisitos, pudiendo llegar a ser asumido el patrón de mandatos conflictuales por voces alucinatorias. El esquizofrénico se encuentra obligado a atender a la vez a esos dos órdenes de mensajes. Según Nicolás Caparrós, esto genera dos tipos de fenómenos en la comunicación:
Si la víctima aprendió a percibir su universo bajo patrones de doble vínculo, dejan ya de ser necesarios los anteriores requisitos, pudiendo llegar a ser asumido el patrón de mandatos conflictuales por voces alucinatorias. El esquizofrénico se encuentra obligado a atender a la vez a esos dos órdenes de mensajes. Según Nicolás Caparrós, esto genera dos tipos de fenómenos en la comunicación:
a) Un
mensaje concreto mandado por el sujeto esquizofrénico tiene un significado
oculto sobreañadido que es el verdadero mensaje.
b) El esquizofrénico manda un mensaje muy abstracto, pero que sin
embargo entraña un pedido concreto.
Los
aspectos connotativos de lo denotativo, están alterados tanto más cuanto mayor
sea la disociación.
Bateson establece la siguiente
hipótesis sobre el efecto del doble vínculo:
Hay un colapso en al capacidad del individuo para discriminar
entre tipos lógicos cada vez que se presenta una situación de doble vínculo,
respondiendo habitualmente de forma defensiva insistiendo sobre el nivel
literal, aun cuando sea inadecuado.
Los
esquizofrénicos también confunden lo literal y lo metafórico en sus propias
verbalizaciones cuando se sienten atrapados en un doble vínculo. El
desplazamiento a lo metafórico trae seguridad, aunque impide que el paciente
haga la acusación que pensaba hacer. “Si se desplaza, el doble vinculo no puede
actuar sobre la víctima, porque él no es él y además se encuentra en un lugar
diferente” (Bateson).
La
patología aparece cuando la propia víctima no puede reconocer que sus
respuestas son metafóricas. Hacerlo le llevaría a → tomar conciencia de que se está defendiendo, esto es de que → temía a la otra persona, lo que le llevaría a → condenar al otro, lo que a su vez implicaría → una situación caótica dada su forma de vincularse.
Ante
este derrumbe del sistema metacomunicativo, hay varias alternativas para
defenderse:
- Procedimiento paranoide: Si hay significados ocultos que le
perjudican, será suspicaz y desconfiado. Se percibe la discordancia de los
mensajes y se pasa a buscar el por qué son contradictorios (se racionaliza
sobre el doble vínculo), Se toma lo irrelevante del mensaje como la explicación
del mismo haciendo una lectura connotativa, muy por afuera.
- Procedimiento hebefrénico: Si acepta literalmente todo lo que le
dicen, tomara los mensajes como cosas sin importancia. Esto sólo es posible si
se produce una disociación despersonalizante. Se necesita la conducta
hebefré-nica para poder hacer caso a los mensajes del doble vínculo sin
unirlos. Su lectura es muy denotativa.
- Procedimiento catatónico: Si trata de ignorarlos. Aquí habría
una subdi-visión:
a) Catatonía agitada. Se produce una conducta explosiva,
hiperactiva como respuesta al doble vínculo.
b)
Catatonía estuporosa. Se retrae negándose a elegir.
Son
dos respuestas muy pegadas a la biología desde el nacimiento. Se escogerá una u
otra según el grado de sobrecogimiento que el mensaje provoque en el sujeto: Si
sobrecoge mucho se elige la respuesta más activa, si menos el retraimiento.
Esta última reacción es posible en el comienzo del desarrollo, pero genera una
situación de autismo y una grave alteración del proceso evolutivo.
La
situación paradójica producida por el doble vínculo, conduce en general a dos
tipos de respuestas posibles:
- Sobrepasarlo por medio de metacomunicarnos con él. Sería una
posible salida
- Retraimiento,
lo que se da en la esquizofrenia.
En la
medida en que el mensaje paradójico se pudiera devolver a su emisor (lo que se
conseguiría metacomunicándose con él), éste quedaría atrapado en su propia
paradoja. Lo que se produce es una relación de poder, y la víctima está
totalmente privada de redefinir su propia condición, es decir, debe aceptar una
definición que es tan contradictoria que resulta destructiva.
La
psicosis parece, en parte, una manera de manejar las situaciones de doble
vínculo para superar su defecto inhibidor y controlador.
El
doble vínculo es una experiencia de ser castigado precisamente por tener razón
en la propia visión del contexto. Así, el esquizofrénico eliminará de sus
mensajes todo lo que se refiera, explícita o implícitamente, a la relación
entre él mismo y la persona a la cual se dirige. Evita aclarar qué clase de
mensaje está transmitiendo y distorsionará todo lo que pudiera parecer que lo
identifica a él o a su interlocutor.
3- Dinámica Familiar en la esquizofrenia
Los
seres humanos emplean el contexto como guía para la discriminación de modos; no
hay que buscar una experiencia traumática específica en la infancia del
esquizofrénico, sino patrones secuenciales característicos. El paciente vive en
un universo donde sus hábitos comunicacionales desusados resultan adecuados de
alguna manera.
Bateson [11], afirma que son éstas determinadas secuencias de acontecimientos
que rodean la experiencia exterior del esquizofrénico, las responsables de los
conflictos interiores en la asignación de tipos lógicos. Enumera tres
características generales que se dan en su situación familiar:
1- Una madre que se angustia y se aisla si el
niño le responde como a una madre amorosa. La existencia misma del niño tiene
un significado especial para la madre.
2- Una madre para la que no son aceptables sus “sentimientos de
angustia y soledad hacia el niño y que para negarlos se manifiesta como una
madre amorosa esperando que el niño la responda como a tal.
3- La falta en la familia de alguna persona
qué le ofrezca otro modelo de relación al niño.
Las
teorías acerca de un trauma único infantil, cedieron paso al postulado de un
trauma relacional repetitivo, aunque unilateral y concebido estáticamente,
provocado por la madre esquizofrenizante; pero, como señala Jackson, ésta es
sólo la primera fase de una revolución más amplia que pase a considerar a la
esquizofrenia como una enfermedad de raigambre familiar, que implique mucho más
de lo que el término “madre esquizofrenógena” puede connotar.
Por
otro lado, podríamos preguntarnos cómo es que esta familia esquizofrenizante,
no origina la misma patología en todos los hijos. Las relaciones dentro del
grupo son patológicas, pero hay un depositario, un chivo emisario, que se hace
cargo de la “locura familiar” con mayor intensidad. Algunos autores hablan de
cierta predisposición genética, pero se puede buscar la explicación en el
complicado juego interaccional en el que se manejan todo tipo de sentimientos: amor,
odio, la culpa que éste conlleva... Cada uno de los hijos es vivido de forma
muy distinta por los padres, influyendo en esto factores que van desde el sexo,
hasta las especiales circunstancias que rodearon cada fecundación y cada parto.
Siguiendo
la teoría de Bateson, vamos a ver el posible origen de una situación
desencadenante de una esquizofrenia a partir de un doble vínculo en la relación
madre-hijo:
La
madre empieza a sentir afecto y proximidad para con su hijo, al sentirse
entonces en peligro, tiene que apartarse de él. No puede aceptar este acto
hostil y lo niega simulando afecto y cercanía. La conducta amorosa final, es un
mensaje sobre una secuencia de mensajes que el niño no acierta a discriminar
correctamente. Hay expresiones de sentimientos simulados (un tipológico) y una
serie de sentimientos reales (otro tipo lógico).
Así,
el niño se ve obligado a distorsionar sistemáticamente sus percepciones de las
señales metacomunicativas. Tiene que discriminar falsamente sus propios
mensajes internos (para no reconocer el engaño de la madre) y al mismo tiempo
discriminar falsamente los mensajes de los otros. Puede ser castigado por
interpretar correctamente lo que ella expresa y es castigado si lo hace
incorrectamente: ya está atrapado, en un doble vínculo.
Para Bateson, el padre de un esquizofrénico no suele ser una
persona que clarifique la situación. La madre se sentiría amenazada por
cualquier otro lazo afectivo del niño y lo rompería para acercarse
más a él, con la consiguiente angustia al lograrlo. Al evitar que el niño hable
sobre la situación, la madre le prohíbe emplear el nivel metacomunicativo, lo
que sería esencial para un intercambio social exitoso. Así, no podrá llegar a
determinar qué es lo que otras personas quieren decir realmente, ni expresar lo
que él quiere decir.
La familia esquizofrénica es una organización que presenta gran
estabilidad permanente y cuya dinámica y operaciones internas son de tal
carácter, que cada miembro está continuamente sometido a la experiencia de la
negación del yo.
Como uno de los posibles factores esquizofrenógenos, encontramos
la falta de autonomía en el individuo que podría ser inducida por distintas situaciones:
a) Puede ocurrir que una educación
excesivamente afectuosa y protectora, suprima en el niño cualquier libertad
real, capacidad de rebelión o posibilidad de personalizarse; cada una de sus
opiniones le es enseñada por sus padres. Este mecanismo progresivo, podría ir
sentando las bases de una esquizofrenia.
b) Una personalidad no autónoma de este tipo
está presente muchas veces en los jóvenes que han sido recluidos durante largo
tiempo en instituciones represivas. Aquí estaría desencadenada por el absoluto
rigor, la disciplina y, en general, un clima de miedo que también puede
encontrarse en algunos hogares familiares.
c) Podemos observar el mismo resultado en los
que han tenido en la familia un rol caracterizado por la escasísima o nula
capacidad de decisión, siendo oprimidos por una constante, sutil y precoz
desvalorización de sus capacidades, protestas e iniciativas respecto a los
adultos o hermanos. Es fácil que en esta situación se encuentren los miembros
más jóvenes y del sexo femenino de la familia.
Las
primeras experiencias del ser humano son de suma importancia; el grupo familiar
(o sustitutivo) en el que establece sus primeros vínculos, configura el modelo
de relación con el que se integrará en los diversos grupos sociales. Si los
vínculos establecidos están deteriorados o empobrecidos, surgirán en un plazo
más o menos largo, los síntomas que caracterizarán los distintos cuadros patológicos.
“Todo
sujeto que enferma psíquicamente, es que ha asumido un rol particular y en
cierta medida operativo dentro del grupo familiar” [12], y más adelante: “El paciente tarado se hace cargo de la parte
tarada de cada uno de los integrantes del grupo familiar, quienes proyectan
masivamente en él”.
El
grupo familiar va requiriendo determinado tipo de roles a lo largo de su
desarrollo. Necesita que alguien se haga cargo o depositario de los mismos para
que disminuya la angustia que no se puede elaborar grupalmente. Aquí es donde
puede aparecer el enfermo familiar, haciendo manifiesto y asumiendo él sólo un
conflicto latente compartido por todos. Es un portavoz al que hay que alejar
para que se hagan cargo de él; alejándolo a él, se aleja la ansiedad del grupo
y se le preserva [13].
Pero
también puede ocurrir que esta familia necesite convivir con él y utilizarle
para justificar actitudes o sentimientos. Así, la madre podrá seguir ejerciendo
su rol ocupándose del bebé-adulto, el padre podrá achacar a su dedicación al
hijo sus frustraciones profesionales, y a ambos les será útil para mantener su
vínculo. La función de este “chivo emisario”, sería imponer a los padres la
necesidad constante de tomar decisiones conjuntas y de intervenir en
situaciones de crisis, cosa que confiere a su relación una pseudoestabilidad
que en realidad no existe. En todos estos casos es posible predecir que
cualquier mejoría del paciente se verá seguida por una crisis marital que, a su
vez, puede hacer que reaparezca la patología del hijo.
Con todo este montaje a su alrededor, al esquizofrénico le será
muy difícil independizarse, haciéndose consciente de los vínculos patológicos
que le mantenían atado a su familia para ir forjando su autonomía.
Un caso extremo sería la familia que no puede aceptar las
manifestaciones de madurez del hijo y que contrarresta estas “desviaciones”
calificándolas de enfermas o nocivas. Esta es una de las razones que
contribuyen a la estabilidad del sistema, aunque los cambios internos
virtualmente inevitables (la edad y maduración de padres e hijos), o la
amplificación de otras desviaciones, puedan incidir en la modificación de su
estructura.
4- La relación terapéutica
El
futuro del esquizofrénico depende de varios factores, entre ellos de que el
paciente no esté destruido por años de opresión manicomial, del tipo de
relaciones interpersonales cotidianas que se le ofrecen... quizás lo más importante
sea el sentido y la utilidad de la relación del individuo con los demás.
En
general, la terapia de la esquizofrenia, es un trabajo paciente de reconstrucción
de relaciones que tengan un sentido para el sujeto, el lento y gradual intento
de ayudarle a encontrar una identidad, un motivo para vivir, unos objetivos
concretos y alcanzables por los que existir. “Es el esfuerzo por romper los
círculos viciosos interpersonales que determinan sus regresiones, las fugas en
el delirio, las crisis de aislamiento de la realidad, o los intentos de
reacción y de respuesta incongruentes, no realistas, de fuga y agresión” [14].
Hay
que hacer un esfuerzo para entrar en su mundo privado, en sus terro-res y las
inhibiciones que le bloquean, buscando su comprensión “echando mano de nuestras
propias posibilidades psicóticas” como dice Laing, sin renunciar a la cordura.
Jan B. Gordon, nos habla del riesgo que este tipo de acercamiento al mundo del
esquizofrénico puede tener [15], y Farber, en el mismo libro, señala cómo la relación con los
pacientes influye y modifica la personalidad del terapeuta. El fragmento
autobiográfico “The bird of paradise” de Laing, ha sido visto por un crítico
como un reflejo de un episodio esquizoide debido a su implicación con
esquizofrénicos. Una forma de evitar este riesgo es que el terapeuta se sitúe a
su vez como analizado, con lo que podrá orientarse en el esquema del otro
reconstruyendo la manera que el paciente tiene de ser en su mundo sin
involucrarse en él.
Se
trata de relacionar las acciones del paciente con su manera de vivenciar cómo
se halla con nosotros como terapeutas. Comprender su pasado en función de su presente;
llegar a saber cómo se está experimentando a si mismo y al mundo. Lo que el
esquizofrénico sea para nosotros, determina en gran parte lo que somos para él.
“Se
puede establecer una viable relación doctor-paciente con el esquizofrénico.
Cuando esto parece imposible de lograr, se debe a los problemas de personalidad
del doctor y no a la psicopatología del paciente” (Frieda From-Reichman).
Bateson
también afirma que la forma de hablar del esquizofrénico está determinada en
gran parte, aunque a veces de modo sutil, por la manera en que la otra persona
se dirige a él. Si pretendemos que nos abra una rendija para poder penetrar en
su mundo, tendremos que empezar por brindarle un ambiente de calor y confianza
aceptándole sin condiciones e impidiéndole lo menos posible descubrir su propio
yo. El terapeuta debe conseguir un equilibrio de forma que no caiga ni en
adoptar una posición en el sistema de fantasía de sus pacientes, aceptando colundirse
(autoengañarse) con ellos, ni utilizarlos para corporizar las propias fantasías
en ellos.
La
psicoterapia se ocupa de la digitalización correcta y correctiva de lo
analógico, de verbalizar emociones [16]. De hecho el éxito o fracaso de una interpretación, depende de la
capacidad del terapeuta para traducir un modo al otro y de la disposición del
paciente para cambiar su propia digitalización por otra más adecuada y menos
angustiante. Para romper los círculos viciosos de comunicación patológica, los
interlocutores deben estar en condición de metacomunicarse, para lo que tienen
que colocarse fuera del círculo, mantener la debida distancia.
También
encontramos situaciones de doble vínculo creadas dentro y por medio del
contexto terapéutico y el medio hospitalario. En ocasiones pueden pasar
inadvertidas, pero otras veces son impuestas por el terapeuta para obligar al
paciente a responderle de una manera distinta a la que empleaba en el pasado.
Bateson
señala como diferencia entre el vínculo terapéutico y la situación original de
doble vínculo, el hecho de que el terapeuta no está comprometido personalmente
en una lucha de vida o muerte, con lo que puede establecer vínculos
relativamente benévolos y ayudar gradualmente al paciente para que se emancipe.
Los
manicomios ya están reconocidos como algo opresivo y antiautonomizante; alguien
internado en ellos, aunque esté totalmente sano, resulta condicionado por una
serie de mecanismos psicológicos invalidantes que le empujan a la locura; pero
el daño que la actitud de la familia causa en la persona etiquetada como
esquizofrénica cuando se le niega hasta un mínimo de reconocimiento de su
autonomía es pormenorizado. La persona que está al borde del delirio o en una
crisis psicótica que podría ser transitoria y leve, a menudo es objeto de
comunicaciones reticentes, de mensajes contradictorios, ambiguos, invalidantes
y amenazadores. Todo esto la hace objeto de una inconsciente manipulación
psicológica que provoca la esquizofrenia.
Esta
es una de las razones que hacen extremadamente difícil a un individuo salir de
una experiencia de tipo esquizofrénico, una vez que su vida ha desembocado
establemente en el camino de esta específica manera de ser.
Debemos
acercarnos al esquizofrénico, pero teniendo en cuenta que cualquier forma de
comprensión amenaza todo su sistema defensivo, al mismo tiempo que el yo
suspira porque se le comprenda. Así, como advierte Binswanger, “No hay que
tratar de acercarse demasiado, demasiado pronto”, Jung afirmaba que el
esquizofrénico deja de serlo cuando se encuentra con alguien que cree que lo
comprende; cuando esto ocurre, gran parte de la extravagancia que es
considerada como “signo” de su “enfermedad” se desvanece.
Para ello se parte de los trabajos realizados por el equipo de
Palo Alto (California) y de las investigaciones de Laing en torno a las
psicosis y el entorno familiar, teniendo como esquema referencia! la psicología
vincular.
La esquizofrenia es tomada como única reacción posible ante un
contexto comunicacional absurdo y desconfirmante, viéndose al delirio como
sistema defensivo que evita la disgregación. La salida sana de estas
situaciones de doble vínculo es la metacomunicación.
Después de hacer una revisión del rol del enfermo mental
en el entorno familiar, las depositaciones que en él se hacen, se termina
resaltando la importancia del vínculo terapéutico como vía de conexión con la realidad.
[1] Laing: El y o
dividido, México, F.C.E., 1978.
[2] Artiss: “El síntoma como comunicación en la esquizofrenia”.
[3] Watziawick, Beavin y Jackson: Teoría
de la comunicación humana, Ed. Tiempo contemporáneo, 1976.
[4] Bateson y Ruesch: Comunicación: la materia social de la
psiquiatría, Paidós, Bs. As., 1965.
[5] Laing: El yo y los oíros,
México, F. C. E., 1974.
[6] Bateson: Doble vínculo y
esquizofrenia, Granica, Bs. As.
[7] Bion: Volviendo a pensar, Paidós. Bs. As., 1972.
[8] N. Caparros: Curso de psicosis, 1979.
[9] G. Jervis: Manual crítico de
psiquiatría. Anagrama, 1977.
[10] Bateson, op. cit.
[11] Bateson, op. cit.
[12] E. Pichon.Riviére: Del
psicoanálisis a la psicología social, Ed. Galerna, Bs. As., 1971.
[13] E. Paolini: “Consideraciones sobre lo normal y lo patológico en
la concepción dialéctica vincular”, Rev. Clínica
y Análisis Crupal, no 13.
[14] G. Jervis,op. cit.
[15] J. Berke, N. Caparrós y
otros, Laing. Antipsiquiatría y
contracultura, Fundamentos, Madrid, 1975.
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